sábado, 4 de septiembre de 2010

Lectura de sábado: Ni mini personas, ni mini derechos

Norm Lee, en su libro "Ser padres sin castigar", advierte a los padres (y profesores) sobre los posibles daños que provoca el castigo en los niños.

Durante mucho tiempo padres y profesores han utilizado el castigo para educar y enseñar a los niños. Sin embargo, después de un largo debate del tema, hoy se tiene bien claro que no es necesario castigar. Y que si bien es cierto que el castigo detiene momentáneamente el comportamiento indeseado, no es menos cierto que el castigo tiene efectos perjudiciales y dañinos.

Está demostrado que el castigo no es un método eficaz para educar, que no enseña a los niños como deberían comportarse, sino que, por el contrario, puede ser percibido y vivido por el niño como una manifestación de violencia física o verbal, al tiempo que presenta al padre o al profesor que castiga como un modelo de conductas agresivas.

Norm Lee, en su libro "Ser padres sin castigar", advierte a los padres (y profesores) sobre los posibles daños que provoca el castigo en los niños. Le enseña que la violencia y la intimidación es el camino para lograr el poder, el control y el respeto. Produce sentimientos de ira y resentimiento. Convierte a los niños en bravucones abusivos.

Hace que el niño se sienta culpable y desvalorizado, lesionando su autoestima. Mata la alegría, el buen humor y la alegría en el niño. Disminuye la capacidad de amar. Daña el valor y la confianza, generando timidez y cobardía. Induce el temor y la ansiedad.


No se trata de que el niño "crezca sin gobierno ni normas", los niños necesitan límites, disciplina y orientación por su seguridad y el desarrollo de los valores que rigen la convivencia y las buenas costumbres, pero también necesitan que se les escuche, se les considere y se les valore como personas, al tiempo que se les proporcione una crianza y una educación positivas, inspiradas en el amor, la tolerancia y el respeto. Los niños no son mini seres humanos con mini derechos humanos, tienen el mismo derecho al respeto y a la dignidad que los adultos. Y los derechos humanos no se detienen en la puerta a de los hogares y de las escuelas.

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