miércoles, 8 de agosto de 2007

La batalla del día de San Crispín

El 25 de octubre de 1415 Enrique V se encontraba en plena Francia con un ejército diezmado, cansado de una imposible guerra de conquista en suelo Francés, y enfermo de disentería. En ese momento el ejército de enrique V estaba formado por unos 10.000 hombres la mayoría villanos y siervos, la nobleza no había atendido la llamada del rey y se había quedado en Inglaterra.
Frente a él, en Azincourt, le esperaba el grueso del ejército Francés, formado principalmente por nobles, 60.000 en total, todos armados y a caballo.

Momentos antes de esa batalla imposible, el desánimo cundía, todos se preguntaban porqué estaban allí y no se habían quedado en Inglaterra como muchos nobles.
Los versos de Shakespeare cuentan que entonces Enrique V recorrió las filas de su ejército soltando esta arenga:

"Hoy es el día de San Crispín: el que sobreviva a este día y vuelva a casa sano y salvo, se elevará de puntillas cuando se nombre este día, engrandicéndose ante el nombre de San Crispín. El que salga vivo hoy y llegue a la vejez, todos los años, en la víspera de ese día, invitará a sus vecinos, y dirá: "Mañana es San Crispín"; y luego se remangará y enseñará sus cicatrices. Los viejos olvidan: todo quedará olvidado, pero él recordará, mejorándolas, las hazañas que hizo ese día.
Y entonces nuestros nombres serán familiares en su boca como palabras caseras: el rey Enrique, Bedford, Exeter, Warwik, Talbot, Salisbury y Gloucester, todos seremos recordados de nuevo entre sus vasos rebosantes.
Este relato contarán los hombres buenos a su hijos; y jamás pasará el día de San Crispín y San Crispiniano, desde hoy hasta el fin del mundo, sin que seamos recordados en él nosotros pocos, felices pocos, nosotros, grupo de hermanos; pues el que hoy vierta conmigo su sangre será mi hermano: por humilde que sea, este día le hará de noble rango, y muchos caballeros de Inglaterra, que ahora descansan en sus camas, se considerarán malditos por no haber estado aquí, y les parecerá mísera su valentía cuando hable alguno que combatiera con nosotros el día de San Crispín."

El ejército Inglés ganó la batalla, Enrique V logró entrar en París, conquistó Normandía y Bretaña, o casi, por un tiempo...

Este fin de semana hubiese querido saber transmitir esto mismo: que a veces la lucha es necesaria, que si crees en tí puedes lograrlo, que sólo el hecho de luchar por tí, por algo justo ya tiene sentido ya merece la pena, da igual lo numeroso que sea el ejército enemigo, las armas de tu contrario, lo fuerte que sea el niño que te pide el bocadillo en el recreo o cuántos abogados tiene el papá de ese gilipollas.

Pero hay batallas que sólo puede luchar uno mismo, y es suya la decisión de apretar los dientes y levantar el escudo o dejarlo caer a los pies.

2 comentarios:

Abel dijo...

Es cierto que hay batallas que uno debe luchar sólo, pero cuando la soledad del campo de batalla (escuela, despacho, centro de menores, instituto, despacho del jefe...)se hace patente delante de ti, siempre es bueno y reconfortante para el guerrero entornar la vista y ver que los suyos, están ahí detrás, blandiendo las armas de la comprensión y la entrega, el ánimo presto para socorrerte en cuanto caigas e incluso la resolución y el coraje para seguir combatiendo en tu lugar. Así, es más fácil lanzarte a la carga y batirte con grandes (o pequeños) enemigos. Si te giras...no te quepa la menor duda de que allí me verás.

Anónimo dijo...

JL
Me ha gustado el artículo de Beto, la verdad que hoy lo necesitaba así que tomaremos nota y seguiremos peleando nuestra batalla particular..
Saludos a tutti