sábado, 14 de julio de 2007

De autobuses, tarjetas de crédito y ángeles de la guarda.

¿Existe el destino? ¿O se trata únicamente de casualidades?. No me queda muy claro, pero ayer mismo tuve la oportunidad de vivir en carnes (y tarjetas) propias esta dicotomía que más de una vez nos ha asaltado a todos. Os cuento:
Ayer tuve que desplazarme hasta Alcañiz a recoger mi coche (que tras haber sufrido un pequeño percance se quedó en el taller Renault de esta ciudad). Hasta ahí, todo bien. Una llamada matutina de la encargada de gestión (o secretaria) me invitó a "pasar a recoger el coche cuando quiera". "Enseguida me presento ahí", conteste yo. Y raudo y veloz (bueno, más veloz que raudo, que no se muy bien lo que significa, luego lo busco) me marché a la increíble, maravillosa, alejada y extensa Estación Central de Zaragoza para sacarme un billete hasta allá. Al llegar a la taquilla el único horario de salida disponible era a las 15:30 horas. "Un poco tarde", pensé, pero aún así me dejaba antes de las 19:00 horas (hora en que cerraba el taller) en Alcañiz.
Tras una frugal comida y tras haber recogido los documentos pertinentes (seguro, carné de conducir, libro para leer y música para el bus...) me encaminé de nueva a estación para tomar mi autobús y disfrutar del viaje.
Pero, a las 15:30 horas (hora oficial de salida) el autobús no se movió y tras 10 minutos de espera nos empezamos a impacientar. El conductor (o chofer, que es más francés) nos contestó con un seco "falta un paquete y hasta que no llegue no nos vamos". Y sólo le faltó escupir al suelo y blasfemar para darle más dramatismo al asunto.
Con bastante retraso, salimos al fin de la estación, que no de Zaragoza, ya que cuesta una "jartá" atravesar la ciudad desde la Estación para salir por la carretera de Castellón.
Yo, a estas alturas de viaje, ya estaba "atacao", porque habíamos acumulado un retraso considerable. Pero nuestro inefable chofer se encargó de reducir tiempo perdido y "dándole zapatilla al cacharro" nos presentamos a eso de las 17:00 horas en Hijar (tras haber parado en Fuentes y Quinto).
"¡¡¡¡Bien!!!!" me dije. "Con esta media de tiempo voy a llegar sobrado". Pero me confundía, ya que nadie me había contado que en Hijar los choferes de la compañía hacían su "paradita pafumá y echar el meo", que en mi estado de impaciencia se hizo larguísima.
Fumados y meados, seguimos camino y por fin, llegamos a Alcañiz (17:45 horas en mi reloj - pulsómetro) y pensé que, pese a todo, había llegado.
Desde la estación de autobuses, que está en pleno centro de Alcañiz (es decir, en la "a"), emprendí la marcha hasta el taller donde se encontraba mi auto, que como imagináis, se encuentra a las afueras de la ciudad, dirección Vinaroz.
Llegué allí a eso de las 17:50 aprox., nervioso, pero satisfecho porque eso ya estaba hecho, Sólo tenía que pagar, revisar la reparación y marchar con mi coche a Zaragoza.
Pero, aquí es donde comenzaron las complicaciones de verdad. Descubrí que mi tarjeta de crédito tiene un límite y la señorita encargada de la gestión (la secretaria) no me podía cobrar el montante del arreglo (una cifra en euros con unidades de millar) con ninguna de mis tarjetas. Sudores fríos, caras de alucine en el personal de la oficina y el reloj marcando las 18:00 horas. "En una hora cerramos" me dice la secre y yo contesto "me voy a buscar un banco, a ver que puedo hacer". Estaba flipando en colores. Tenía el coche arreglado, no lo podía pagar y cerraban el taller en una hora. Lo primero que pensé fue que tendría que buscar una pensioncilla para pasar la noche. Y lo segundo, ¿dónde hostias está la Ibercaja?.
Desandando lo andado me volví a internar en el centro de Alcañiz, en la zona financiera, para localizar un banco, o dos o mil. Y aquí fue cuando apareció "el ángel de la guarda". Desde su pequeño coche rojo, me saludaba Toño, un compañero de andanzas escolares de este curso. Abrazos, saludos, preguntas, qué haces por aquí, pues mira lo que ha pasado, joder tío que putada, pues yo me iba al pueblo y pasaba por aquí de casualidad que tengo que ir a la farmacia, venga te acompaño y luego me acercas a la Ibercaja, venga vale....
Y al final, tras devanarnos un poco los sesos, con mis dos tarjetas y la buena voluntad de mi "ángel" que me dio el dinero que me faltaba para poder pagar el arreglo, y casi sobre la campana (llegamos al taller a las 18:45) conseguí recuperar mi coche, que por cierto ha quedado muy bien.
¿Casualidad o destino? ¿Qué hubiera pasado si el autobús de Zaragoza no se retrasa por el paquete y el atasco en la ciudad, o por el cigarrico y el meote, y si yo hubiera bajado por otra calle a buscar los bancos o si Toño no hubiera tenido que ir a la farmacia...? Demasiadas "casualidades" para un sólo día.
Yo, como dice mi querida amiga Marta, me quedo con la Teoría del Destino.

P.D: Muchas gracias Toño,mi ocasional "ángel de la guarda".
P.D 2: La imagen es un cuadro de Dalí, que se titula "Destino".

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