jueves, 29 de noviembre de 2007

Una sugerencia bibliográfica

La Justicia ordinaria fue mucho más dura con los casos de brujería en Aragón que la propia Inquisición. Esta es una de las conclusiones del libro "Brujería e Inquisición en Aragón", que acaba de publicar el antropólogo oscense Ángel Gari. Un volumen que amplía su primer estudio sobre brujería, basado en su tesis doctoral, y aporta 78 ilustraciones que constituyen otra valiosa fuente de información. Así, la nueva publicación ofrece una completa visión sobre las andanzas de más de 500 supuestos brujos o acusados de brujería en Aragón desde el siglo XIV hasta finales del XVII; sus principales manifestaciones, como el maleficio, la posesión demoníaca o el aquelarre, y las actuaciones de la Inquisición y las justicias ordinaria y episcopal.
En Aragón se practicó la brujería de forma similar a otros territorios españoles, pero la persecución fue distinta. " En la zona norte aragonesa, la Justicia ordinaria promulgó muchos desaforamientos, es decir, estados de excepción, para perseguir a las brujas -apunta Gari-. En el siglo XVI, en el Alto Aragón se promulgaron 26, que son muchísimos". De hecho, el antropólogo oscense destaca que la Inquisición no fue especialmente dura con la brujería en Aragón, y existen datos muy claros al respecto porque no condenó a la horca a ningún brujo. "De 5.967 acusaciones registradas en los archivos centrales de la Inquisición entre 1540 y 1700, 377 fueron por delitos de magia, brujería y superstición. En este sentido, la última sentencia a muerte por la Inquisición aragonesa fue en 1537 y después ya no condenó a nadie a muerte", apunta Gari. "En contraposición, la Justicia ordinaria condenó en los desaforamientos a muchas brujas a la horca. Por ejemplo, en Tamarite de Litera sentenció a varias de ellas a la pena capital. Sin embargo, otras se libraron de la horca porque fueron denunciadas a la Inquisición, lo que les supuso ser condenadas a seis meses de reclusión, que no es gran cosa para los delitos de los que se les acusaba", apostilla el antropólogo. Un caso claro de personaje que se libró de la muerte gracias a la Inquisición fue el brujo Pedro de Arruebo, protagonista de una de las cinco grandes posesiones colectivas que tuvieron lugar en Aragón. Fue entre 1637 y 1643 cuando en dos pueblos del Valle de Tena hubo 62 mujeres supuestamente posesas. Pedro de Arruebo, un hombre del citado valle, dueño de la finca La Artosa, fue el brujo principal a quien se le acusó de todos estos hechos. Se sospechaba incluso que Arruebo había tenido que ver con la muerte del inquisidor que subió a investigar el caso, Bartolomé Guijarro, explica Gari. La Inquisición condenó a Arruebo a 200 azotes y a pasar unos años en galeras, lo que implicaba prácticamente la muerte por la imposibilidad de soportar esas condiciones. Pero hay un documento que dice que Arruebo había sido visto por Madrid.
Gari interpreta que, o bien se escapó, o bien en un viaje a Roma le fue perdonada la condena.
Entre los apasionantes conocimientos de Gari sobre la brujería, en su libro recoge las plantas, ungüentos y bebedizos que preparaban las brujas en sus conjuros. Una de las drogas que utilizaban para sus "viajes", bien en escoba, en arado o a lomos de macho cabrío, es la bufotenina, "sustancia derivada del sapo que usaban las brujas de Fago y solo es eficaz si se aplica en la piel, en concreto en las articulaciones donde hay un mayor riego sanguíneo. Al parecer, hacía rápidamente efecto porque les daba la sensación de volar de inmediato", explica Gari.

Una lectura interesante, curiosa y entretenida de las hechos acaecidos en nuestro pasado.

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