domingo, 4 de noviembre de 2007

Donde habite el olvido

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.



EL 5 DE NOVIEMBRE DE 1963 DESAPARECE EL POETA LUIS CERNUDA

2 comentarios:

  1. CONTIGO

    ¿Mi tierra?
    Mi tierra eres tú.

    ¿Mi gente?
    Mi gente eres tú.

    El destierro y la muerte
    para mi están adonde
    no estés tú.

    ¿Y mi vida?
    Dime, mi vida,
    ¿qué es, si no eres tú?

    ResponderEliminar
  2. HE VENIDO PARA VER

    He venido para ver semblantes
    Amables como viejas escobas,
    He venido para ver las sombras
    Que desde lejos me sonríen.

    He venido para ver los muros
    En el suelo o en pie indistintamente,
    He venido para ver las cosas,
    Las cosas soñolientas por aquí.

    He venido para ver los mares
    Dormidos en cestillo italiano,
    He venido para ver las puertas,
    El trabajo, los tejados, las virtudes
    De color amarillo ya caduco.

    He venido para ver la muerte
    Y su graciosa red de cazar mariposas,
    He venido para esperarte
    Con los brazos un tanto en el aire,
    He venido no sé por qué;
    Un día abrí los ojos: he venido.

    Por ello quiero saludar sin insistencia
    A tantas cosas más que amables:
    Los amigos de color celeste,
    Los días de color variable,
    La libertad del color de mis ojos;

    Los niñitos de seda tan clara,
    Los entierros aburridos como piedras,
    La seguridad, ese insecto
    Que anida en los volantes de la luz.

    Adiós, dulces amantes invisibles,
    Siento no haber dormido en vuestros brazos.
    Vine por esos besos solamente;
    Guardad los labios por si vuelvo.

    ResponderEliminar